Estaba a punto de llegar a su destino. Las piernas le temblaban cuando bajó del tren y el viento le rozó la cara con suavidad. Respiró el aire fresco de la mañana. “Al fin”, pensó, “después de veinte años”.
Aún tardó un rato en llegar, entró sin llamar por la puerta entreabierta y allí, entre los estantes repletos de libros llenos de polvo, en aquella biblioteca olvidada de la mano de Dios, encontró a un hombre mayor ordenándolos, limpiándolos, clasificándolos… Como había hecho toda su vida, incluso durante la guerra, cuando su madre huyó con ella, prometiéndole regresar. -¿Papá? –preguntó con voz temblorosa.
Él levantó la vista y sus ojos brillaron al reconocerla: -Marina… Pensé que ya no volverías…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario