Con ese sabor amargo que dejan algunos recuerdos, desperté aquella mañana ¡Vívida pesadilla de turbios momentos que creía olvidados…!
Éramos dos niñas. Él entró enloquecido en aquella reunión, ¡dando golpes, gritando, la sacó a empujones…! Ella, “mi madre”, la mujer más educada. Salió avergonzada entre las miradas de la gente…
Desconociendo el final de aquella historia, nos llevó al coche, suplicando que no saliéramos y con una mirada inundada de miedo, se despidió de sus niñas…
Entonces llegaron: golpes, puñetazos, patadas...
Escondidas, observábamos impotentes la escena: Aquel cobarde, a quien “debíamos la vida”, destrozaba nuestra niñez…
Valiente amor, el amor de una madre: capaz de calmar nuestro miedo, borrar nuestro dolor y curar nuestras heridas. ¡Angustiosa pesadilla con final feliz!
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