Tras cruzar la calle, me di cuenta de que ya no estaba.
La busqué bajo la luz de las farolas, en los reflejos de los escaparates, junto a las paredes…; pero todo fue inútil. Había desaparecido.
Vi entonces a un anciano que sentado sobre un banco me observaba.
-¿Vd. también se ha dado cuenta? -le pregunté.
-¿Cuenta de qué? –me respondió intrigado.
-De mi sombra…; acabo de perder mi sombra.
-Lo lamento, pero no voy a poder ayudarle. He avisado de que no me encontraba bien y seguramente vendrán a buscarme de un momento a otro.
Dicho esto se levantó y tras alejarse unos pasos, se giró hacia mí repentinamente.
-¡Eh, fíjese…! Yo también la he perdido...
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