Seguimos sin hablarnos. En la habitación sólo se escucha el tranquilo murmullo del río. Estamos cada uno en un extremo del sofá y en medio: reproches, intransigencias, insultos,… Me repliego y el sitio vacío se agranda: rabia, obcecación… La memoria me traiciona y; el temblor del primero beso, torrentes de adrenalina nublando la razón y humedeciendo nuestra piel, el calor de unos pies bajo las sábanas, su perfil sobre la almohada… Simulo buscar algo en el suelo y acorto el espacio entre los dos. Él se despereza, y con intencionado descuido deja la mano muy cerca de mí. Estiro las piernas… y al unísono acortamos distancias.
Nos miramos, se rompe la barrera, y el río se lleva los silencios.
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