jueves, 14 de abril de 2011
Una mañana cualquiera en Londres
Despertó demasiado temprano aquella mañana. El cielo de un gris oscuro que se dejaba ver por el gran ventanal, hacía que su cama resultase de lo más acogedora. Miro a su lado y no estaba. Y no estaba en ninguna parte. Solía desaparecer a menudo. En la mesa aún estaban las dos copas de vino de la noche anterior y el cenicero lleno de colillas. Se levantó cubriéndose con la sábana y se sentó en el alféizar de la ventana del pequeño estudio. Estaba tan absorta mirando a los viandantes, que apenas se percató del olor a café recién hecho, ni al sonido de un flash. Ahí estaba él con dos cafés y su cámara, y aquella sonrisa que desarmaba…
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