martes, 19 de abril de 2011
EL EDIFICIO DE LA CALLE MAYOR
Aquella noche era oscura como la muerte y fría como una tumba. Las gotas de lluvia caían cloc, cloc, cloc, la niebla cerrada cegaba el entorno y el viento arremolinado empapaba la ropa haciendo que calara la gélida humedad hasta los huesos. Entre sus gafas coronadas por el gorro de lana con orejeras y su bufanda se escapaba un vaho tiritante acompasado con su caminar que le alentaba a continuar su marcha por la Calle Mayor entre las viejas farolas que apenas alumbraban. Al cabo de unos minutos franqueó un majestuoso portón de madera con dos grandes manillones dorados en forma de cabeza de léon. El interior de dicho edificio era para él de sobra conocido
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