Palmira se perdió entre aires insanos. Sus ojos azules, su boquita graciosa, qué cosas decía la hermosa joven.
Tenía unos brazos largos y unas manos suaves.. Y cómo acariciaba con sus delicado tacto.
Sus senos lindos y sus caderas de ánfora eran un capricho para el que la miraba. Al caminar, parecía tan ligera.
Recitaba versos y contaba historias que en sus labios eran bálsamo de Oriente, reposo y éxtasis.
Palmira vivió en un palacio, y en él hacía su vida con su natural encanto y simpatía. Pero, ¡ay!, aires malévolos, que subían del río, la dejaron muy floja y muy pálida. Cuando los vientos se marcharon, se fue también para siempre el aliento de la joven Palmira.
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