martes, 19 de abril de 2011
ETERNIDAD
Julia me recibió ayer en nuestro nuevo hogar, el que por fin compartiremos después de tanto tiempo separados. Hace cincuenta años le di mi palabra de que estaríamos juntos para toda la eternidad pero la vida tenía otros planes y el cáncer impidió que nuestro sueño se cumpliese. Nada de eso importa ya y sólo por recibir su caricia sobre mi piel marchita han merecido la pena las discusiones con mi esposa y su incomprensión cuando decidí renunciar al panteón familiar para comprarme un nicho en este pequeño cementerio donde Julia, mi único amor, llevaba décadas esperándome.
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