El niño soñaba con coger el globo y el globo le decía adiós con unas manos que no tenía. Pensaba en lo divertido que sería tener entre sus dedos aquel globo que parecía un moflete enorme. Un día bajó a la tierra y el niño, con gran ilusión, salió corriendo hacia él, lo alcanzó y lo abrazó fuerte, fuerte, fuerte.
El globo no pudo soportar todo el amor que el niño ponía en sus abrazos y acabó por explotar. Dicen que el niño tardó mucho tiempo en dejar de llorar. Dicen también que no fue tanto porque su globo explotara, sino porque se dio cuenta de que en realidad, ese globo que parecía un moflete enorme, estaba vacío por dentro.
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