martes, 5 de abril de 2011
EL PÁJARO Y EL GATO DE PAUL KLEE
Sus ojos eran dos cuchillos, el cuerpo estaba tenso como un arco. Saltó de pronto, y sus garras brillaron amarillas, y un bullicio de plumas enturbió el aire de la estancia del maestro, que concluyó enseguida que cuanto más suave es la pincelada más penetrante resulta, igual que un dulce roce. No volvería a acariciarle sus pequeños ojos con el pincel manchado por el oro, el color que más odian los felinos.
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