martes, 5 de abril de 2011
HADO
A media tarde llegó el maestro. Buscó afanosamente en el mapa de caminos el punto exacto que pisaban sus zapatos. Miró a su alrededor y se reflejó en el agua. Pensó dos veces, quizá tres, en los pros y contras de tomar posesión de su destino. Consideró que estaba moralmente obligado a hacerlo, pues debía cumplir su sagrado deber de funcionario. Se desnudó lentamente y se lanzó al agua. Recordó que no sabía nadar cuando ya venían hacia él las voces gozosas de sus alumnos, felices en aquel pantano del fin del mundo.
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