Por favor, sea breve, dijo el papel con los ojos en blanco. “El escritor”, blandiendo el cuchillo, apuñalaba uno por uno a los puntos, las comas, comillas y paréntesis del relato, que se retorcía (de dolor) cada vez más.
Exento de signos de puntuación el relato suplicante dejó escapar un último suspiro de retórica cuando la afilada hoja del cuchillo hendió la hoja abriendo Herida de nuevo
-Por favor...
-Se abre ¿ve?
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