Me llamo Lozurd (color del cielo sin nubes), tengo diecisiete años y peso veinticinco kilos. Mi madre dice que ahora me parezco a las mujeres bonitas que ella ve en la revista que le han dejado los blancos.
Aquí, en este poblado etíope no hay espejos. No los necesitamos. Nos vemos unos en otros: frentes amplias, pómulos puntiagudos, barbillas afiladas como lanzas, ojos saltones de antílope.
Mi madre recuerda una extraña palabra que escuchó en boca de los blancos de la Cruz Roja: anorexia. Dice que es hermosa, aunque no sepa lo que significa. Ayer, en la choza, mientras me quitaba de la cara las moscas abanicándome con la revista, me dijo: «La próxima hermanita que tengas la llamaré anorexia.
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