Con una rotunda voz como salida de otro cuerpo, dirigiéndose a las enfermeras dijo:
- Antes de avisar a mis hijos, llamen a la policía, deseo hacer una denuncia, y por favor, tráiganme un espejo.
Una de las zapatillas había quedado en la escalera.
Tomó el espejo, miró su rostro, la boca sangrante, su brazo descoyuntado, las manos doloridas de tantas veces alejarle, no, no era ella misma. Tiró el espejo al suelo, lo pisoteó hasta hacerlo añicos, lo recogió y volvió a mirarse. Esta vez sí se vio reflejada en él.
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