miércoles, 13 de abril de 2011
Yepes
Lo cierto es que Yepes duró más de lo que pensaron. Tres días esperando apostado junto a la ventana y sin dejarle entrar. El primer día, todos pendientes de él, acariciándole la cabeza, la espalda, la tripa; opinando sobre su desmesurada y picuda nariz, riéndose de sus diminutos y redondos ojos negros. El segundo, ya sólo lo miraban a través del cristal, aunque le sonreían. A mediodía, comenzó a llorar. El tercero, nadie le daba importancia, prácticamente deshecho en lágrimas. ¡Pobre muñeco de nieve, hijo de un recreo de finales de invierno, y bautizado con el nombre del profesor más temido!
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