lunes, 9 de abril de 2012
En casa
Acostumbraba a abrazarse a los grandes árboles que conformaban aquel bosque milenario, tratando de encontrar en ellos el abrigo que los seres humanos nunca habían sabido proporcionarle. Aquellas criaturas, ajenas al ajetreo diario de la oficina, majestuosas en su porte, no conocían de envidias ni de angustias. Entre ellas tenía la extraña sensación de hallarse entre iguales, pues tampoco ella había sentido nunca las inclinaciones que mueven a otros a causar el mal de sus semejantes.
Por ello, el día que de sus pies brotaron raíces no le supuso una gran sorpresa, y lo asumió de un modo natural.
Ahora forma parte del bosque, el lugar al que siempre perteneció.
Acronimus Fantasticus
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