Coloca con delicadeza la lágrima de cristal debajo del ojo derecho y se aleja para apreciar el resultado. Siente una sensación de vacio, de irreparable pérdida, casi de orfandad, que le invade cuando finaliza una obra y ha de separarse de ella.
El resultado nunca es perfecto. Aunque esta vez ha estado cerca. La imagen parece tan viva..., las lágrimas son tan reales al deslizarse por el marmóreo rostro, que al rozar la más cristalina con sus dedos se vuelve líquida entre ellos.
Se apoya sobre la escultura de la dama y siente como la carne de ella, contundente y cálida, late bajo su mano.
“Algún día tu obra será tan perfecta que cobrará vida.” Su maestro no estaba loco”.
MARTASARA
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