¿Qué había dicho ella? «La vida se digiere mejor con una tacita de té». Él, a vueltas con el argumento para su próxima novela, se había arrastrado dócilmente tras ella.
Evocó ahora el intenso sabor dulzón que todavía conservaba pegado al paladar y lo comparó con este otro ligeramente salado que llenaba su boca. “El personaje no se sostiene. Y, decididamente, no es cuestión de sabores, sino de aromas y texturas. De deseo. ¿Y si…? “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Monterroso, qué genio. Caramba, un pelo. Mi equipaje es mi memoria. Vivir cada día como el último. Podría… ¡Lo tengo!”
Sacó la cabeza de entre las piernas de la mujer y, mirando su escorzo, sonrió.
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