No hasta que por fin me haya mordido.
¿Pero quién le habrá
dicho que no puede comerse una manzana? Esto es cosa de Luzbel,
seguro. He visto sus ojos de deseo, contemplándome embelesada como
si fuera lo único apetecible de este mundo. ¡Qué ojos! Todo
chispa, frescura, sorpresa, inocencia con la que se divierte este
ángel guasón, prohibiéndola morderme en nombre de Dios, nada
menos. Por eso me desea. Por inalcanzable. No me resigno a caer
vencida por la gravedad sin haber deleitado su boca. Mañana cuando
vuelva, me encontrará lozana. Con mi mejor color. Entonces, cuando
se acerque a mí sigilosa, le diré, bajito:
- Ven, Eva. El mundo es tuyo. Y eres libre.
Ulises
No hay comentarios:
Publicar un comentario