miércoles, 28 de marzo de 2012
Mía
La primera vez fue una bofetada por censurar a su madre.
La segunda la derribó de un puñetazo porque la comida estaba fría.
La tercera la emprendió a patadas; su equipo había perdido y ella le recordó que debían dos meses de alquiler.
La última le rebanó el cuello; acababa de anunciarle su intención de abandonarlo.
Entre la primera y la última mediaron dos años en los que ella sufrió en silencio con la esperanza de que cambiara, de recuperar al novio enamorado, al marido atento, al padre cariñoso de los primeros años.
Cuando yacía en el suelo con la vida escapándosele por la garganta, él la miró con enojo y dijo:
-Sabes que no puedes dejarme. Eres mía.
Laura Lago
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