El
doctor fue implacable en su diagnóstico: el hombre padecía una
enfermedad incurable. La medicina no podía hacer nada. El mal, había
actuado rápidamente, y contagiado cada célula de su ser. Este virus
extraño, que raras veces da a los hombres, lo acompañaría hasta el
final de su vida.
Había
contraído el mal del arte.
Artemio Cruz
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