La noche del cinco de enero, mientras
mis padres agonizaban bajo un amasijo de metal y juguetes calcinados,
tuve un sueño.
Encontraron hierba dentro de la boca de
mi padre. La cabeza de mi madre nunca apareció. En el sueño era el
coche de mi padre quien me hablaba atropelladamente.
Había quedado totalmente destrozado,
por lo que resultaba difícil entenderle. Abriendo y cerrando el capó
como si fuera una boca, salpicándome de pringoso aceite onírico,
finalmente entendí lo que decía:
-Los reyes son... bueno, eran... los
padres.
Delerue
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