Se
cruzaron por la calle y se detuvieron. Durante unos instantes no
supieron qué hacer, tal era la impresión que se habían causado. Se
miraban en silencio, temiendo, cada uno a su manera, que en cualquier
momento se quedasen solos y el encuentro muriese como un espejismo
efímero. No fue así, pues ninguno de los dos hizo el amago de
alejarse. No se habían visto en la vida, y sin embargo. Se acercaron
y posaron sus manos en la cara del otro, acariciando con suavidad la
mejilla del rostro hasta ese momento desconocido. No les extrañó lo
inusual de esta intimidad, pues pronto comprendieron. Al fin,
pronunciaron las primeras palabras.
-¿Dónde has estado
todo este tiempo?
-Buscándote.
Silencio
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