Olió el negocio desde lejos. Nervioso se frotó las manos varias veces, e incluso se las pasó por la cara, pensando si sería conveniente buscarse socios o se atrevería solo. Al final, después de reflexionar mucho, se decidió a avanzar consigo mismo por el arduo camino que le esperaba y enfrentarse a cualquier tipo de obstáculo con tal de sacar una buena tajada. Después de varios sustos y algún que otro disgusto, por fin tuvo delante de sus ojos, al alcance de su mano, el deseado triunfo. En el último momento, sin embargo, dudó y su duda le salvó la cabeza, aunque no sus bigotes, que quedaron junto al oloroso queso en la pequeña trampa mientras huía despavorido.
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