Sentía
ese frío otra vez. No lo sentía desde la noche en que él se había
marchado, y ese día, desde primera hora de la mañana, lo sentía.
Una vez más, estaba allí, lo notaba y no sabía lo que significaba.
Ese
frío a soledad, a tiniebla, a incertidumbre. Volvió a recordar su
despedida. Notaba, una vez más, como la gente estrechaba sus brazos
alrededor de su cuerpo, mientras lloraban y se lamentaban, y ella,
ella sólo sentía ese frío.
Tuvo
un frío horrible y espantoso. Ese frío que le hizo tiritar, que
bajó por su espalda en forma de escalofríos, que le hizo sentir
sola, volvía a acompañarla desde primera hora de la mañana.
Y
sintió miedo, mucho miedo.
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