Viniste
rápido y acercaste tu vehículo al mío. Aceleré y volví al lado
derecho de la autovía. Más tarde, había una retención, observé
un coche empotrado, una puerta abierta y de repente, en la margen
izquierda, un cuerpo joven tirado, quieto, muerto, con sangre en su
pelo negro, donde la coronilla de la cabeza con un reguero rojizo.
Tardé
tiempo en reaccionar. Pensé: ¿Será él?.
Seas
cristiano o moro, leí que tenías 33 años, casi la mitad de los
míos y quiero decirte, como esa madre sin hijo, con cariño, que lo
sentí mucho. No quiero reprocharte nada, ni hablar de lo que
perdiste. Ya no existes.
Manchas
del asfalto que desaparecen, excepto en aquel corazón concebido.
Todimo
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