Creyendo
estar en el ajo de mi secreto, el abuelo Loreto farfulló alborozado…
«Enamorando a tres
mujeres al mismo tiempo y por contera, las tres hermanas… ¡Qué
lance!, ése es mi muchacho». Mi abuela, en cambio, dejándose
arrastrar por el equívoco, masculló energúmena… «Habrase visto
móndrigo nieto tan fantasmón».
Y
yo lo digo sin pizca de
vanidad, ambos están muy equivocados. En primer lugar yo no las
estoy enamorando, son ellas quienes exhiben sus gracias para
enamorarme. En segundo lugar y a despecho de prejuicios sobre huríes,
serrallos y coyundas poco cristianas, nuestro amor no es vileza.
Juzguen
ustedes... Mis tres
magnolias son extranjeras. Se apellidan Brontë y las conocí en la
Biblioteca Municipal. Berenice, mi novia, también las ama.
Testrella
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