jueves, 15 de abril de 2010
ACALLAR EL RECUERDO
No sé de donde vino. Hizo su rancho a las afuera del pueblo. Siempre solo. Huraño. Su saludo parecía más bien un gruñido. Armó su horno de ladrillos. Trabajar. Trabajar. Sólo trabajar. Mañana, tarde y noche. ¿A qué hora comía? ¿A qué hora descansaba? Nadie lo supo jamás. Barro, barro y más barro. Adobes. Pilas de adobes. Su horno de ladrillos siempre ardiendo. Era su feroz método de olvido. Única forma de acallar el horrible re-cuerdo. Chirridos de frenos. Estrépito. Ayes de dolor subiendo al cielo. El fin. La noche. Barro. Barro y más barro. Adobes. Pilas de adobes. Y el horno siempre ardiendo.
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