Atongwe encontró la linterna semienterrada en el suelo embarrado que separaba la escuela del refugio y enseguida la encendió; lo de jugar a atrapar la luz con su amigo Mogomu fue cosa hecha. La señorita Julienne los vio y les gritó con los ojos como platos que la apagasen, pero resultó demasiado tarde. Los soldados, entrenados a disparar a cualquier cosa en movimiento, también habían visto su destello dorado yendo y viniendo a toda prisa, como una alimaña enloquecida.
La señorita Julienne también murió.
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