Estábamos atravesando una profunda crisis. Durante varios meses había intentado rescatar los restos de una relación naufragada. Colmada de una insípida apatía decidí poner fin a aquella falsa. Así que respiré hondo, tomé su cara entre mis palmas, y mientras le miraba a sus ojos pardos le dije:
-Querida, durante todos estos años has sido mi leal compañera, hemos estado juntas en todo momento, pero he madurado y me he dado cuenta de que debo continuar por un camino diferente al tuyo-.
Así fue como guardé mi vieja muñeca en un baúl y salí corriendo a jugar a la calle.
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