Su vida cambiaría repentinamente, desde el momento que la silueta que contemplaba a través de los visillos, se convirtió en una obsesión. Diariamente, al otro lado de la calle, alguien fumaba un cigarrillo mirando hacia arriba, con las manos en los bolsillos, desapareciendo en la oscuridad. Esa noche llamaron al timbre de su casa, por la mirilla, pudo observar al hombre que había vigilado, el pánico hizo presa de él, un sudor frío embadurnaba su frente y retrocediendo sobre sus pasos, no pudo ver el cable telefónico que le enredó el pie y le hizo caer golpeando mortalmente su cabeza. Al otro lado de la puerta, un detective que investigaba al vecino sospechoso del tercero, solo quería hacerle unas preguntas.
Endelva
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