jueves, 15 de abril de 2010
La última melodía
Un clavo mugriento y oxidado que salía del alfeizar hacía de soporte de un viejo transistor, de él salían bellas canciones de amor, que recordaban tiempos pasados. Escuchando las melodías, sentado en una de las enormes piedras que apostaban a la entrada de la cabaña, estaba sentado Matías. Hombre corpachón, sin afeitar, cigarrillo a punto de morir colgando de su labio inferior, boina desprendida hacía los ojos, en un garrote sus manos una sobre otra, anchas y ajadas por el paso de los años en sus tierras. Al ritmo tranquilo de la música iba su corazón el cual terminó de bailar al unísono del último vals.
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