Tras la muerte de mi tío, recibí como herencia una memoria extraíble con varias decenas de carpetas repletas de archivos Word, que me llevó mucho tiempo leer. Uno de ellos, no sé por qué, me llamó poderosamente la atención. En él, un tal Cide Hamete Benengeli nos cuenta la siguiente historia:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, nació, vivió y murió Alonso Quijano. Perdió la cabeza por la cantidad de telebasura que consumió, pero gracias a los cuidados y prescripciones de un buen psiquiatra, llevó una vida parecida a la del resto de vecinos de su pueblo. ¡Quién sabe adónde le habrían llevado sus locuras!”
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