jueves, 15 de abril de 2010
LÁGRIMAS
Los libros de la biblioteca se habían puesto a llorar. Derramaban lágrimas en los anaqueles de la estantería durante las noches, humedecían las hojas, emborronaban la tipografía e impregnaban el lomo de tristeza. Nadie tenía una explicación, pero poco a poco las obras fueron muriendo como enfermos terminales, aquejados de un irreparable mal. En unas semanas las historias de Raymond Carver, Cervantes, Lope de Vega, Javier Marías o Shakespeare desaparecieron para siempre. A Luis se le ocurrió una idea. Esa noche y las siguientes dejó a un lado la televisión, la videoconsola e internet, cogió una novela y se puso a leer. Y los libros ya no volvieron a humedecer las estanterías con un charco de sal.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario