lunes, 19 de abril de 2010
Nicola
Las nubes oscuras y densas entoldaban la bóveda celeste, presagiando tempestad. El mar lamía con su lengua de cristal a la desnuda Nicola que dormía en la orilla, sola e inerte. Las olas nerviosas cantaban canciones de plata para despertar a la joven, pero, ésta no respondía, continuaba absorta. El mar pedía socorro, no podía dejar desamparada a esa joven dulzura en la intemperie. Los peces y las aves saltaban y cabalgaban por las arisca marea, sollozando. Nicola continuaba ausente. Sí, la naturaleza gemía, bravía y fiera, pero, nada. Nicola no se despertaba. ¿Qué le iba a suceder? ¿Por qué no se despertaba? Nadie lo sabía aún, a excepción de una mente, la de la escritora, su creadora.
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