Abrumado por tanta responsabilidad el animal había huido a un lugar de paso en el que nada ni nadie le recordara quién era. Así -pensó- no se sentiría obligado a tomar partido.
No podía saber que el lugar elegido era la nada, no tomaría partido, tampoco sentiría.
Todo estuvo bien hasta que sus tripas le alertaron de deseos que no pudo tener, de alegrías que sólo se esbozaron, de tristezas que no se formularon.
Entonces quiso volver.
El camino ya no existía, se había borrado.
martes, 13 de abril de 2010
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