Cuando terminó de leer aquellas últimas palabras respiró profundamente, saboreando el aroma de la quietud que embargaba la habitación, y sonrió.
Una columna de imágenes grises desfiló entonces por delante de sus ojos, recuerdos en blanco y negro que marchaban lejos para no volver.
Con la sonrisa meciéndose en sus labios apagó la luz de la lámpara y cerró los ojos.
Sabía que aquella noche dormiría y que incluso, tal vez, algún sueño alcanzaría la orilla de su cama.
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