Le veo arrodillado a mi lado con las manos en la cara. Ya no hay dolor, tan sólo un frío gélido que nace en mi interior alimentado por la incomprensión. Me quiere, dice. ¿Puede el amor justificarlo todo? No puedo creer que hubiera amor detrás de esos ojos o quizá, no lo sé, sea el amor un sentimiento tan cercano al odio que pueda llegar a fundirse en uno solo.
Mis párpados acaban cediendo y mientras todo se aleja y oscurece, cuando me dispongo a abandonar este mundo extraño y la injusticia ha ganado la batalla a la razón, sólo alcanzo a oír sus débiles palabras que resuenan como un último y doloroso estertor de mi vida: “Yo te quería….”
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