El individuo se metió en el ascensor sin saludar, le miré descarada y sonrió.
Cuando vi aquel colmillo ensangrentado aparecer a través de su sonrisa, el terror me invadió.
Tiempo atrás, leí que los vampiros se mezclaban entre la gente.
Me tapé el cuello como pude, no quería tentarle.
Estaba muerta de miedo, las puertas del ascensor se abrieron y él salió.
Me vi envuelta en una terrible encrucijada, no sabía si seguirle e intentar salvar la vida de su próxima víctima o marchar corriendo y salvar la mía…
En un ataque de insensatez, le seguí.
Tocó una de las puertas y entró. Me apresuré para impedirlo, pero claudiqué al leer el rótulo de la puerta: “Doctor Pérez, cirugía maxilar”
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