jueves, 15 de abril de 2010
Angustia
Al acostarme mi estado de tensión y de agonía por llevarme algo de comer a la boca había hecho que perdiera la noción del tiempo. Rondaba casi el año que había perdido mi empleo, se habían quedado con la casa y a mis hijos ya no estaban a mi lado. Mi vida era tan angustiosa, que tumbada en la cama de la pensión más lúgubre de la ciudad, la mente tomaba caminos no imaginables jamás por mí. A la mañana siguiente, terminé de sufrir.
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