El día amaneció soleado. Estaba siendo un otoño cálido, amable. Todos sonreían alrededor del desayuno y disfrutaban del momento.
Sonó el teléfono. Nervios, prisas, desesperación, desconcierto. Sólo había sido una llamada telefónica, pero lo cambió todo. El desayuno se quedo intacto, frío, abandonado, como una naturaleza muerta. El día se tornó gris, desapacible. Y sus corazones descubrieron el dolor de la pérdida, la tristeza del abandono, la angustia de la soledad, la impotencia del que ama.
Ahora cada desayuno tiene algo de ritual, una aureola protocolaria, ceremoniosa. Y los días de otoño nunca volverán a ser cálidos ni amables. Falta la llama que encendía sus corazones, el nexo que articulaba cada pieza a la siguiente…
Falta su amor.
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