Miles de años han pasado, y yo sigo aquí, esperando. Mirando desde mi cárcel de miedo autoimpuesta apenas consigo divisar, a lo lejos, los últimos rastros de una luz anaranjada, que me proporciona cierta esperanza, aunque cada vez más escasa. Con el paso del tiempo, mi corazón se va apagando y una extraña desidia se apodera, lenta pero inexorablemente, de mí. Confío en que este mensaje de auxilio llegue a buen puerto; quizá con suerte. El cometido para quien lo encuentre no será fácil: deberá desembarazarse de lo establecido, cuestionarse a sí mismo y a lo que lo rodea, y de este modo, reinventarse. Únicamente así podré comenzar a salvarme, a salvarnos.
Firmado: la Humanidad.
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