El aplauso de aquel joven que había presenciado todo desde el fondo del vagón, nos sorprendió. Tras la sorpresa aflojaron las risas, silbidos y alguna frase de aprobación gritada anónimamente..
Pero, quizás quienes resultaron más sorprendidos fueron los propios protagonistas. Auténtico rubor creo haber visto en el rostro de ambos. Pero, si bien parecieron confundidos en principio, cuando cruzaron sus miradas, evidenciaron una auténtica y casi infantil complicidad.
Nunca pensé que fuese posible hacerlo allí en medio de la gente, pensé, mientras subía las escaleras con injustificable vergüenza ajena. El inmenso abrigo de él creo que ayudó mucho. Yo jamás sería capaz de hacerlo, concluí.
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