lunes, 12 de abril de 2010
El libro
Abrió el libro como aquel que no entiende de magia, para tocar unas páginas que tan sólo eran hojas extrañas. Cuando sus ojos se acomodaron en aquella tinta negra, empezó a entender que sus letras no eran las de otro libro más, sino que tenían alma; así lo hubiera definido él mismo. Dejó de pasar sus páginas para acariciarlas, dejó de sostenerlo para acunarlo, dejó de leerlo para sumergirse en sus historias. Cómplices en un escenario de ternura, pero también de lamentos. Sonrió y lloró con él. No había duda, alguien había escrito la historia de su vida. Entre lágrimas, lo lanzó al mar. La última página la escribiría él.
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