Un rumor de alas y picos pasó zumbando por un oscuro callejón. La Muerte llegó meditabunda al bar de la esquina. Con una parsimoniosa lentitud se sentó en un desgastado taburete. Alzó la cabeza y pidió una cerveza. “Otra mujer hermosa…” pensó mientras recordaba a la última víctima de su agonizante jornada. Encendió un cigarrillo y aspiró el humo…cerró los ojos. Sin duda alguna disfrutaba del momento. En ese preciso instante el camarero sacó una jarra y vertió en ella el espumoso líquido. Los dedos corrompidos del andrajoso ser se cerraron en torno a la jarra. La defunción personificada tragó incesantemente el turbio contenido. Tras hacer esto, la Muerte susurró:
-Esto…sí que es vida.
viernes, 9 de abril de 2010
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