Siempre me inquietó la palabra frontera y cuando vi mi muerte desde ninguna parte fue que la entendí. De niño me gustaron los niños y de grande también. Por eso elegí esas manos adolescentes que desaparecieron una, dos, treinta y ocho veces, un puñal en mi cuerpo. Exigí placer y recibí su dolor y rabia hasta el último segundo de mi vida.
A mi madre se le ocurrió llamarme Sócrates por asuntos de filosofía. Yo hubiera preferido una sola puñalada y la muerte. ¿Para qué tantos rodeos?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario