Nos llevaron a todos juntos, nunca pude ver donde estábamos en un principio pero más difícil resultaba saber hacia donde íbamos. El silencio a mi alrededor era más ensordecedor que los gritos a lo lejos.
Éramos muchos amontonados, caminando a tientas, apenas podía mover mis pies para dar pequeños pasos y solo podía mover mi cabeza. Luego del aturdimiento inicial donde permanecí con los ojos cerrados, sostenida por la multitud; tuve la necesidad de elevar mi cabeza, necesitaba respirar, miré hacia arriba y abrí los ojos. Antes de entrar, pude ver una gaviota en el cielo, suspendida en el aire, sentí mi cuerpo nutrirse de oxígeno y una vaga idea esperanzada.
Luego, detrás de mi, las puertas se cerraron.
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