El escritor, hombre metódico donde los haya, ha elegido el tema y la historia con qué ilustrarlo. En alud, apenas reclamadas, las palabras acuden en su ayuda. Con breves pinceladas nos sitúa en el escenario de los hechos, desvela el carácter de los personajes, haciéndonos copartícipes de sus motivos y como colofón, en un alarde de ingenio, nos sorprende con un final inesperado.
Insatisfecho y fiel a esa búsqueda de la esencia en la que se ha convertido en los últimos años su arte purga el relato de toda palabra innecesaria. Juez implacable tacha y tacha en cada revisión. Al concluir su tarea se queda atónito ante el resultado al toparse de nuevo con la página en blanco.
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