Reinaba el silencio en la sala de espera. Aunque alguno era nuevo, la mayoría ya se conocían, pues habían compartido muchas horas en aquella sala silenciosa.
A simple vista, eran muy diferentes, pero en el fondo, todos estaban allí por el mismo motivo: tenían una historia que contar y eso les hacía esperar pacientemente, en aquella sala, la llegada de alguien que estuviese dispuesto a escucharles.
Justo en el momento, en que uno de los más viejos, estaba a punto de perder la esperanza, apareciste tú y le rescataste de aquella estantería donde permanecía olvidado, le dejaste descansar durante unos días sobre tu mesilla de noche, entonces le miraste a los ojos y le leíste por dentro.
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