martes, 13 de abril de 2010
Soltar amarras
Llegó al puerto un día de tormenta, no naufrago revolcado por agua y arena sino barco llegado a resguardo antes que el temporal rompiera sus mástiles. Se instaló sereno, capaz de guardar los secretos que sus ojos ciegos habían visto y se sentó en silencio a hacer hamacas, barcazas de hilo para escurrir sueños frescos y que vendía en el mismo puerto por el irrisorio costo de un pez, un puño de sal, un vaso de agua y una historia. Metía su ganancia en las bodegas de su nave de velas como nubes, al término de tres lunas estaba listo para soltar amarras hacia mundos distantes y soñar dragones navegando en un mar de sueños restituyendo al mar su esencia.
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